viernes, 22 de marzo de 2013

El portero, un tipo diferente


El portero es una figura muy diferente a la de los demás futbolistas; tiene la gran ventaja de poder coger el balón con las manos en el interior de su área. Pero ello no quiere decir que sea fácil actuar bajo los tres palos, todo lo contrario. Para ser cancerbero se ha de tener un punto de locura. Y si no, ¿a qué persona totalmente cuerda se le ocurriría tirarse a los pies de un rival para quitarle el esférico con el consecuente peligro de que el atacante contrario le vuele la cabeza de una patada? ¿Alguien se dejaría las rodillas, los hombros y los codos – y en ocasiones hasta partes del cuerpo que ni el mismo meta conoce de su existencia hasta que las nota doloridas- por evitar que el cuero acabe en el interior de la portería? Creo que todos coincidimos en que el portero es un ser extraño pero a la vez romántico, al que cuesta poco cogerle cariño u odiarle: no hay término medio.

En su edición del mes de febrero, los compañeros de Proyecto Panenka (www.panenka.org) hicieron un monográfico sobre los guardametas. Un trabajo muy elaborado que, como excancerbero, devoré con ansia. A todo aquel que quiera saber cómo piensa un portero o actúe como tal –o, como en mi caso, haya jugado en dicha posición-, le recomiendo de manera encarecida su lectura. Disfrute asegurado.


Los compañeros de dicha revista trataron la figura del meta desde diversos ángulos, aunque desde cualquiera de ellos se podía ver que el portero es un personaje al que le falta un hervor-siempre con cariño-. Loco, valiente, echao pa’lante, como quieran llamarlo. Pero has de ser extremadamente especial para situarte en la portería y esperar a que los rivales te fusilen de manera continuada. Y lo que es más ilógico todavía, disfrutar cuando lo hacen.

Además de tenerlos bien plantados, el guardameta tiene cierto afán de protagonismo. Ser el que en última instancia decida el resultado del encuentro con sus intervenciones o sus errores, excita; hace que la adrenalina se dispare. Ser el héroe o el villano de un partido, el salvador del equipo o el que ha hecho que se pierdan tres puntos, es una sensación indescriptible. Podría parecerse a la del delantero cuando marca un gol, con la diferencia que el delantero sabe que tendrá más ocasiones para alojar el esférico en el fondo de las mallas rivales mientras que el portero es consciente de que, pese a haber más oportunidades para realizar buenas paradas, una diana rival puede decidir el signo de un encuentro. Y entonces no hay nuevas ocasiones que permitan enmendar el error –o la falta de acierto-.

Es por ello que el cancerbero tiene que estar concentrado al 100% desde el primer minuto de juego, algo nada fácil porque le acompaña un pasajero invisible: la soledad. Quizás sea el mayor obstáculo del meta, el encontrarse solo durante gran parte del partido. Y es que en esos instantes se le dan mil vueltas a millones de situaciones: uno se plantea si podía haber atajado  ese balón que se ha colado entre dos defensas, si hubiera llegado antes que el atacante rival al cuero ante el que decidió no salir o si hubiera hecho bien al despejar el esférico en lugar de blocarlo en el tanto rival en el que la bola se le escurrió de las manos.

Por  tanto, además de una buena preparación física para llegar donde no llegan otros, correr más que el delantero rival en el caso de que sea necesario salir a por el balón y ser más ágil que cualquiera de las 23 personas que hay en el terreno de juego, el portero debe trabajar mucho el aspecto psicológico. Por norma general, los metas saben que aunque lo den todo podían haber dado más, y no estarán tranquilos hasta desquitarse de lo que ellos mismos califican como errores pese a que no lo sean. Es decir, que si uno encaja dos tantos estará esperando toda la semana al  siguiente partido para no encajar ninguno y quitarse de esta manera la ansiedad. Aunque se haya ganado 5-2 y el arquero esté contento por los tres puntos, seguro que no estará feliz al 100% debido a esos dos tantos que le han endosado, aunque no hayan sido errores suyos; la portería es algo del cancerbero y ahí no puede entrar ningún balón. El portero se siente responsable de cada gol en contra; imagínense si dicho tanto supone perder el encuentro.

También es cierto que quizás al portero es al que menos se ve en un match, por norma general; ello está relacionado con la soledad de la que se ha hablado anteriormente. Pero por ello el guardameta tiene mérito, ya que no intervenir durante X minutos y hacerlo de golpe no es fácil, y más cuando la parada requiere un esfuerzo mayor. Y lo mismo sucede cuando eres el protagonista en esos encuentros en los que uno no tiene ni un minuto para respirar.

Justamente por eso no entiendo que solo un portero en la historia haya ganado el Balón de Oro, y más ahora cuando estamos ante una generación de guardametas irrepetible. Entiendo que Messi y Cristiano Ronaldo puedan estar por encima de los demás, pero creo que la labor del arquero está muy infravalorada, y la única explicación que le encuentro es que normalmente entra mucho menos en juego que un jugador de campo, con lo que se le ve menos. Pero no llego a comprender que eso sea un criterio de valoración.

Los Casillas, Buffon, Cech, Van der Sar, Kahn o Schmeichel se han merecido ganar este premio a lo largo de su carrera. Todos ellos han estado nominados, pero se lo han acabado llevando futbolistas como Owen, Nedved, Schevchenko o Cannavaro –sin desprestigiar a ninguno de ellos- . Y ello es debido a la idea a la que se le está dando vueltas, que los guardametas no están en constante acción y el jugador de campo sí.


Por todo lo expuesto anteriormente se debería cambiar el concepto que tiene la gente de los porteros, valorarlos como es debido. Es una locura que un delantero cueste 70 millones de euros y un guardameta 5. Ni tanto ni tan poco, aunque evitar goles debería valer lo mismo que marcarlos. O incluso más.

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