A todos los que hemos actuado bajo los tres palos nos han
deleitado alguna vez con esta perlita, sobre todo cuando éramos pequeños. Una
frase que, personalmente, me ponía –y me sigue poniendo- de los nervios ya que
acababa cansado como el que más en la mayoría de encuentros.

Además de ello, está el trabajo específico. Ir al suelo
también cansa, y en una jugada el meta puede acabar derrotado, física y
psicológicamente. Y es que tirarse a por un balón conlleva el consecuente
golpe, que deriva en rasguño, rascada o moratón, además de que como ya se ha
comentado en anteriores posts el cancerbero es consciente de que para detener
ese balón y que el tanto no suba al marcador solo tiene una oportunidad; un
error tiene consecuencias en el resultado, mientras que el fallo de otros
jugadores no. En muchas ocasiones –me atrevería a decir que en la mayoría- el
aspecto psicológico derrumba más que el físico.
Todo ello hace mella en la figura del arquero, y
evidentemente este cansancio se ve multiplicado cuando las ocasiones rivales se
suceden una tras otra. Con ello no se quiere infravalorar la labor de los
futbolistas de campo, sino tratar de hacer entender a muchos que, pese a que la
figura del guardameta es diferente a la del resto de jugadores, defender el
marco también agota. Y más de lo que muchos se creen.
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