El portero es una figura muy diferente a la de los demás
futbolistas; tiene la gran ventaja de poder coger el balón con las manos en el
interior de su área. Pero ello no quiere decir que sea fácil actuar bajo los
tres palos, todo lo contrario. Para ser cancerbero se ha de tener un punto de
locura. Y si no, ¿a qué persona totalmente cuerda se le ocurriría tirarse a los
pies de un rival para quitarle el esférico con el consecuente peligro de que el
atacante contrario le vuele la cabeza de una patada? ¿Alguien se dejaría las
rodillas, los hombros y los codos – y en ocasiones hasta partes del cuerpo que
ni el mismo meta conoce de su existencia hasta que las nota doloridas- por
evitar que el cuero acabe en el interior de la portería? Creo que todos
coincidimos en que el portero es un ser extraño pero a la vez romántico, al que
cuesta poco cogerle cariño u odiarle: no hay término medio.

En su edición del mes de febrero, los compañeros de Proyecto
Panenka (
www.panenka.org) hicieron un monográfico sobre los guardametas. Un trabajo muy elaborado
que, como excancerbero, devoré con ansia. A todo aquel que quiera saber cómo
piensa un portero o actúe como tal –o, como en mi caso, haya jugado en dicha
posición-, le recomiendo de manera encarecida su lectura. Disfrute asegurado.
Los compañeros de dicha revista trataron la figura del meta
desde diversos ángulos, aunque desde cualquiera de ellos se podía ver que el
portero es un personaje al que le falta un hervor-siempre con cariño-. Loco,
valiente, echao pa’lante, como quieran llamarlo. Pero has de ser extremadamente
especial para situarte en la portería y esperar a que los rivales te fusilen de
manera continuada. Y lo que es más ilógico todavía, disfrutar cuando lo hacen.
Además de tenerlos bien plantados, el guardameta tiene
cierto afán de protagonismo. Ser el que en última instancia decida el resultado
del encuentro con sus intervenciones o sus errores, excita; hace que la
adrenalina se dispare. Ser el héroe o el villano de un partido, el salvador del
equipo o el que ha hecho que se pierdan tres puntos, es una sensación
indescriptible. Podría parecerse a la del delantero cuando marca un gol, con la
diferencia que el delantero sabe que tendrá más ocasiones para alojar el
esférico en el fondo de las mallas rivales mientras que el portero es consciente
de que, pese a haber más oportunidades para realizar buenas paradas, una diana
rival puede decidir el signo de un encuentro. Y entonces no hay nuevas
ocasiones que permitan enmendar el error –o la falta de acierto-.

Es por ello que el cancerbero tiene que estar concentrado al
100% desde el primer minuto de juego, algo nada fácil porque le acompaña un
pasajero invisible: la soledad. Quizás sea el mayor obstáculo del meta, el
encontrarse solo durante gran parte del partido. Y es que en esos instantes se
le dan mil vueltas a millones de situaciones: uno se plantea si podía haber
atajado ese balón que se ha colado entre
dos defensas, si hubiera llegado antes que el atacante rival al cuero ante el
que decidió no salir o si hubiera hecho bien al despejar el esférico en lugar
de blocarlo en el tanto rival en el que la bola se le escurrió de las manos.
Por tanto, además de
una buena preparación física para llegar donde no llegan otros, correr más que
el delantero rival en el caso de que sea necesario salir a por el balón y ser
más ágil que cualquiera de las 23 personas que hay en el terreno de juego, el
portero debe trabajar mucho el aspecto psicológico. Por norma general, los
metas saben que aunque lo den todo podían haber dado más, y no estarán tranquilos
hasta desquitarse de lo que ellos mismos califican como errores pese a que no
lo sean. Es decir, que si uno encaja dos tantos estará esperando toda la semana
al siguiente partido para no encajar
ninguno y quitarse de esta manera la ansiedad. Aunque se haya ganado 5-2 y el
arquero esté contento por los tres puntos, seguro que no estará feliz al 100%
debido a esos dos tantos que le han endosado, aunque no hayan sido errores
suyos; la portería es algo del cancerbero y ahí no puede entrar ningún balón.
El portero se siente responsable de cada gol en contra; imagínense si dicho
tanto supone perder el encuentro.
También es cierto que quizás al portero es al que menos se
ve en un match, por norma general; ello está relacionado con la soledad de la
que se ha hablado anteriormente. Pero por ello el guardameta tiene mérito, ya
que no intervenir durante X minutos y hacerlo de golpe no es fácil, y más
cuando la parada requiere un esfuerzo mayor. Y lo mismo sucede cuando eres el
protagonista en esos encuentros en los que uno no tiene ni un minuto para
respirar.
Justamente por eso no entiendo que solo un portero en la
historia haya ganado el Balón de Oro, y más ahora cuando estamos ante una
generación de guardametas irrepetible. Entiendo que Messi y Cristiano Ronaldo
puedan estar por encima de los demás, pero creo que la labor del arquero está
muy infravalorada, y la única explicación que le encuentro es que normalmente
entra mucho menos en juego que un jugador de campo, con lo que se le ve menos.
Pero no llego a comprender que eso sea un criterio de valoración.
Los Casillas, Buffon, Cech, Van der Sar, Kahn o Schmeichel
se han merecido ganar este premio a lo largo de su carrera. Todos ellos han
estado nominados, pero se lo han acabado llevando futbolistas como Owen,
Nedved, Schevchenko o Cannavaro –sin desprestigiar a ninguno de ellos- . Y ello
es debido a la idea a la que se le está dando vueltas, que los guardametas no
están en constante acción y el jugador de campo sí.
Por todo lo expuesto anteriormente se debería cambiar el concepto
que tiene la gente de los porteros, valorarlos como es debido. Es una locura
que un delantero cueste 70 millones de euros y un guardameta 5. Ni tanto ni tan
poco, aunque evitar goles debería valer lo mismo que marcarlos. O incluso más.